Director: Germán Kral
País: Argentina
Género: Existencialista
La película transcurre en el barrio de Pompeya, en sus calles y en un bar de barrio donde un quinteto interpreta tangos.
Durante la crisis de 2001, un vendedor de zapatos y músico de alma, que toca el bandoneón en un quinteto de barrio, sueña con irse al exterior para huir del país que tanto ama. Sin embargo, lentamente ocurrirán sucesos que impedirán su marcha y lo atarán para siempre a Buenos Aires.
Julio Färber, Mariela Martínez, Ricardo Tortorella, Atilio Fernández, Carlos Acosta, Tito Godoy.
La película fluye armónicamente al son de tangos que van marcando e ilustrando la trama.
Hay varios mensajes subyacentes en la historia: el dolor de tener que dejar la patria, los amigos y la familia con la ilusión de encontrar una vida mejor en el exterior; la contraposición entre mantenerse fiel a los valores y el pragmatismo de la supervivencia; y lo inocuo de una vida sin sentido.
Es otra historia que toma como marco la terrible crisis del 2001 en Argentina, pero refleja con gran sensibilidad el dolor de tener que emigrar al exterior ante el desencanto de un país que nunca cambia.
Esta película me pareció excelente por tres motivos. En primer lugar, la música: el tango impregna toda la historia. En segundo lugar, porque exalta la contraposición entre los valores, la fidelidad de la amistad y la amargura de no tener éxito económico. Y por último, porque es la historia de un hombre que, a pesar de todo, no pierde de vista que una vida sin sentido no vale la pena. Como el farolero de El Principito, toca el bandoneón no para buscar algo más que darle un sentido a un universo indiferente. Si él y su quinteto no tocaran, daría igual que el mundo, el sol o la galaxia siguieran existiendo, porque —como dice la canción final— “no es lo mismo que existir que honrar la vida”.