Director: Len Wiseman
País: Estados Unidos
Género: Ciencia ficción, acción, cyberpunk
La estética es su mayor virtud.
Wiseman transforma el universo original en una metrópolis húmeda, vertical y saturada de neones.
El aire está cargado de tránsito aéreo, hologramas, lluvia y reflejos.
Ya no hay Marte: la Tierra misma es un planeta dividido, un laberinto urbano que recuerda a Blade Runner.
Las superficies brillan, pero las almas están agotadas.
La ciudad parece un sueño lúcido donde nada envejece ni se limpia del todo.
En un futuro donde la Tierra está devastada, dos zonas sobreviven:
la Federación Unida de Bretaña, rica y tecnológica,
y la Colonia, pobre y explotada, unida a la primera por un elevador que atraviesa el núcleo del planeta.
Douglas Quaid, un obrero rutinario, visita Rekall para implantar recuerdos de ser un agente secreto.
Durante el procedimiento, todo se descontrola: descubre habilidades que no sabía tener y una vida que no recuerda.
Su esposa, Lori, se revela como una agente encargada de vigilarlo; el amor era una farsa.
Perseguido, Quaid intenta descubrir quién es realmente y si su lucha contra el poder es real o solo parte del sueño que compró.
Douglas Quaid: Colin Farrell
Lori: Kate Beckinsale
Melina: Jessica Biel
Cohaagen: Bryan Cranston
Harry: Bokeem Woodbine
Rápido, preciso, casi mecánico.
El film renuncia al exceso grotesco de la versión original y apuesta por la agilidad y la imagen pulida.
La acción es continua, pero el fondo sigue siendo el mismo: la duda.
Cada escena avanza como un sueño que nunca logra despertarse del todo.
El film pregunta, como su predecesora:
¿somos lo que recordamos o lo que elegimos ser ahora?
Quaid no sabe si pelea por la libertad o por un recuerdo programado,
pero sigue luchando, y en esa perseverancia se define.
El verdadero acto de rebeldía es seguir creyendo en el sentido, aunque sea inventado.
La realidad es solo un acuerdo entre nuestra fe y nuestra memoria.
Esta versión elimina Marte y se concentra en la alienación urbana.
El contexto es más cyberpunk: humanos fundidos con máquinas, ciudades desbordadas, tecnología invasiva.
Kate Beckinsale le da al personaje de Lori una energía despiadada: la mentira se vuelve amenaza.
La película no alcanza la profundidad filosófica del cuento original, pero logra un clima visual hipnótico y existencial.
El vengador del futuro (2012) me pareció una relectura elegante, menos mística pero más inquietante.
No tiene el delirio ni la ironía de Verhoeven, pero sí una belleza urbana decadente.
La idea de un planeta perforado, con ricos y pobres girando en direcciones opuestas, es una metáfora potente del mundo moderno.
Colin Farrell interpreta bien al hombre que duda de sí mismo;
y Beckinsale, como esposa falsa y cazadora, encarna la seducción del engaño perfecto.
El final vuelve a dejar la duda abierta —¿despertó, o aún sueña?—
y ahí está su encanto: la conciencia humana es un laberinto del que nadie sale realmente despierto.