Director: Scott Hicks
País: Estados Unidos
Género: Drama romántico, crimen, memoria histórica
Una de las películas más bellas visualmente de su tiempo.
La nieve es protagonista, símbolo y atmósfera: cubre los paisajes, los recuerdos y las culpas.
Cada plano parece una pintura en movimiento: los tonos fríos de la nieve contrastan con el calor de los recuerdos de verano.
El director convierte el paisaje en alma; el silencio, en lenguaje.
La fotografía de Robert Richardson ilumina la nostalgia como si fuera una plegaria congelada.
En una comunidad pesquera del noroeste estadounidense, en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, se juzga a Kabuo Miyamoto, un pescador japonés acusado de asesinar a un hombre blanco.
El periodista local, Ishmael Chambers, cubre el juicio.
Pero él fue, años atrás, el primer amor de Hatsue, la esposa del acusado.
Durante la guerra, los prejuicios raciales y la deportación de las familias japonesas destruyeron esa relación.
A medida que avanza el juicio, Ishmael descubre pruebas que podrían exonerar a Kabuo.
Finalmente decide revelarlas, aun sabiendo que eso extingue la última posibilidad de recuperar a Hatsue.
No actúa por amor romántico, sino por verdad: la justicia se impone al deseo.
Ishmael Chambers: Ethan Hawke
Hatsue Miyamoto: Youki Kudoh
Kabuo Miyamoto: Rick Yune
Arthur Chambers: Sam Shepard
Nels Gudmundsson (abogado): Max von Sydow
Lento, meditativo, como el caer de la nieve misma.
El relato se fragmenta entre presente y pasado, juicio y recuerdo,
como si la memoria se desplegara en espirales.
El tiempo no avanza: se disuelve.
El ritmo obliga al espectador a mirar, a sentir el peso del silencio, a escuchar lo no dicho.
La película habla del amor imposible y de la culpa colectiva.
Del racismo que persiste incluso después de la guerra, y del poder purificador de la verdad.
Pero, sobre todo, es una historia sobre la renuncia como forma de amor:
Ishmael no gana nada; simplemente hace lo correcto.
El perdón, aquí, no borra el pasado, pero detiene su repetición.
La nieve no es olvido, sino pausa: el tiempo necesario para que el alma aprenda a dejar ir.
Basada en la novela de David Guterson, combina la estética del cine judicial con la poesía visual.
Scott Hicks, conocido por Shine, utiliza la investigación como excusa para explorar la memoria, la ética y la pérdida.
Es un film de contemplación, más que de argumento, donde la belleza visual sustituye la acción.
Pocos dramas contemporáneos han tratado la guerra y el racismo con tanta quietud y lirismo.
Mientras nieva sobre los cedros me pareció una película profundamente humana y melancólica.
El amor entre Ishmael y Hatsue tiene la pureza de algo que no pudo ser; su final, la dignidad de lo inevitable.
La escena en que ella se aleja entre la nieve, mientras él la observa sabiendo que la ha perdido para siempre, resume la esencia del film: amar no siempre es poseer, a veces es comprender y dejar ir.
Esa nieve que cae sin ruido parece cubrirlo todo, pero también lo ilumina.
Y uno sale de la película con la sensación de que la vida, como esa nieve, es frágil, efímera, pero aún capaz de reflejar la luz.