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Nosferatu, eine Symphonie des Grauens (1922)

Director: Friedrich Wilhelm Murnau

País: Alemania

Género: Terror, expresionismo alemán

Estética

Obra cumbre del expresionismo.
Murnau utiliza la luz y la sombra como si fueran materia espiritual.
Las figuras se alargan, los muros se inclinan, las sombras caminan solas.
El paisaje —no el diálogo— narra el destino.
Filmada como una sinfonía del miedo, cada plano es un grabado medieval animado.
El horror no surge del monstruo, sino del silencio entre los latidos del mundo.

Guion

El agente inmobiliario Hutter viaja a Transilvania para cerrar la compra de una casa en Wisborg con el conde Orlok, un ser misterioso que duerme en ataúdes y teme la luz.
Orlok se enamora de Ellen, la esposa de Hutter, y viaja hacia ella llevando consigo la peste.
Ellen descubre en un libro antiguo que solo una mujer pura, que entregue su vida voluntariamente, podrá detener al vampiro.
Así, se sacrifica al amanecer, redimiendo a la ciudad con su muerte.

Personajes

Conde Orlok: Max Schreck
Ellen Hutter: Greta Schröder
Thomas Hutter: Gustav von Wangenheim
Knock (el agente): Alexander Granach

Ritmo

Lento, hipnótico, casi ritual.
Cada movimiento parece obedecer a una ley antigua.
El montaje es pausado, sin música en su origen, solo con el sonido interior del miedo.
El film se despliega como un sueño febril, donde las horas se disuelven en el amanecer inevitable.

Mensaje

El mal no siempre tiene causa ni rostro humano: a veces es simplemente la peste que avanza.
La razón no salva; solo el sacrificio y la pureza detienen la oscuridad.
Nosferatu representa el miedo colectivo anterior al pensamiento psicológico:
cuando la enfermedad era castigo y la muerte, la única explicación.
Es el retrato de una humanidad que aún no conocía su inconsciente, ni su cura.

Originalidad

Primera adaptación fílmica de Drácula, transformada por necesidad legal y visión artística.
Murnau convierte la novela en mito visual: elimina el héroe racional y deja solo la fatalidad.
Orlok no es un seductor, sino una plaga.
Su presencia proyecta el cine de terror moderno, pero sin los adornos de la psicología ni del deseo.
Su sombra es la matriz de todos los miedos futuros.

Opinión personal

Nosferatu me resultó un desafío fascinante.
No por su ritmo ni su silencio, sino por su pureza:
es una película anterior al alma moderna, donde el horror aún no ha aprendido a justificarse.
Comparada con la versión de 2024, parece primitiva, pero en realidad es más esencial:
no hay trauma, ni culpa, ni invocación, solo la noche.
Ellen no ama al vampiro, lo enfrenta.
Y al hacerlo, nos recuerda que hubo un tiempo en que el amor se medía por el sacrificio y no por la comprensión.
Una obra que sigue viva porque su sombra nunca se apaga.