⬅️ Volver al listado

Tres Colores: Rojo (1994)

Director: Krzysztof Kieślowski

País: Francia - Suiza

Género: Drama Psicológico

Estética

La película trascurre en Suiza, el color rojo tiñe toda la película y un tono melancólico enveulve toda la pelíucla.

Guion

Valentine, una joven modelo, conduciendo una noche se distrae y atropella un perro. En su corrar lleva la dirección de su dueño y lo lleva a su casa. Resulta que el dueño es un juez retirado. Descuble que el juez escucha clandestinamente las conversaciones telefónicas de sus vecinos. Entre ambos se teje un vínculo extraño, donde Valentine saca al juez lentamente de su encierro. Paralelamente, la historia de un joven juez, Auguste, parece repetir en espejo la juventud del magistrado. El azar termina uniendo a todos los protagonistas de la trilogía en un naufragio del Canal de la Mancha, donde sobreviven como símbolos de un destino compartido.

Personajes

Valentine, el juez Joseph Kern, Auguste Bruner.

Ritmo

La película es contemplativa, cargada de tensión existencial. No busca sobresaltos, sino que hipnotiza a través de los diálogos, los gestos y el peso del azar.

Mensaje

En Azul y Blanco el dolor es algo que simplemente ocurre, y los protagonistas lo sobrellevan como pueden. En Rojo, en cambio, el dolor aparece como purificador: como sentido profundo de la vida, como aquello que abre la posibilidad de redención. La película reflexiona sobre la traición, el destino y la fraternidad, mostrando cómo todo está unido en hilos invisibles.

Originalidad

El cierre de la trilogía es una obra profundamente simbólica, que eleva las historias individuales a una dimensión universal. El recurso de los paralelismos, los personajes-espejo y la convergencia final en el naufragio la hacen única.

Opinión personal

Me resultó una película magnífica, que cierra la trilogía con un tono casi filosófico. En el juez encontré ecos de El infierno de Barbusse, atrapado en su soledad y voyeurismo, pero también la posibilidad de redención. Y en la mirada de Valentine, la compasión que abre una grieta de esperanza. El dolor, como en Viktor Frankl, se revela no solo como carga, sino como camino hacia un suprasentido. Una obra redonda y conmovedora.